sábado, 11 de octubre de 2008

la cruz


Para hacerse cristiano uno primero debe bautizarse, con la consiguiente misa, fiesta, banquete y demás paparruchas. Pero hacerse musulmán es increíblemente sencillo. Únicamente debes comenzar con el primero de los cinco pilares que reza el Islam, esto es, hacer profesión de fe con la famosa fórmula “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Con recitarla ya vale. Tan sólo un pequeño requisito: se tiene que decir sentida y sinceramente, de forma voluntaria, sin presiones, cuando uno se crea preparado, y –también importante- ha de hacerse delante de mínimo dos testigos, a elegir. Luego uno puede felizmente orar cinco veces al día y ayunar en el mes de Ramadán y dar limosna y peregrinar a la Meca... Pero, y he aquí la pega, salirte de la secta eso ya es otro cantar. Si lo haces –o lo intentas- no sólo se te tachará de hereje, con suerte de heterodoxo, sino que encima se te perseguirá, serás apaleado y morirás condenado al ostracismo.

Lo mismo, exactamente lo mismo, ocurre con Telefónica. Para contratar una línea no hace falta más que una llamada y listo. Pero como quieras darte de baja, te pedirán mil requisitos, se exigirán documentos inverosímiles y papeles que nunca terminarán de estar completos, los recibos se seguirán mandando al banco y el problema no habrá hecho más que empezar; es decir, se te tachará de hereje, de apóstata, se te hará la vida imposible y no se te permitirá hacerte de otra compañía, que es como decir de otra religión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pedazo de parábola para aplicar a telefonica ¿no?

Que chico más raro...