miércoles, 24 de septiembre de 2008

pasarela Mojacar


Dos escuálidas veinteañeras llegaron a la playa. Aunque sólo llevaban la parte de abajo del bikini cualquiera diría que hubiesen caminado toda la vida desnudas. La una, tocada con un sombrero de copa de fieltro, fabricado seguramente por ella misma; la otra, portando un quitasol de aires indios, que seguramente no fabricó ella misma. Entre las dos llevaban un abultado saco tan grande como la Tierra -atlantes con vagina soportando el peso de su mundo-. Tras pararse y extender una toalla sobre la ardiente arena comenzaron a vaciar el contenido del misterioso saco ante la furtiva mirada de los curiosos. Trapos y más trapos de mil colores que caían formando un altozano textil, una cordillera de vespuntes, un amasijo de tonos, hilos y gustos. Cada una se puso el primero que pilló y empezaron a deambular playa arriba, playa abajo, exhibiendo los modelitos de estampados reversibles. A simple vista eran manteles usados, retales de alguna sábana vieja, pero sobre sus delgadas figuras de infantiles pechos y grácil caminar lucían como los diseños de una pasarela de alta costura. Al rato, un rebaño de mujeres de muy distintas edades cercaba el improvisado tenderete. Mientras la una contestaba sonriente a las preguntas de las interesadas, la otra, invitando a acercarse a las más tímidas, aprovechaba para seguir sacando sin fin modelitos del bolso de Mary Poppins.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya claro y te fijaste en el tocado de cada una y no en.. bueno en..... ya sabes a lo q me refiero crack!!!!!!!! Eres un crack!!!!